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ESE SILENCIO

ESE SILENCIO

Roberto Burgos Cantor

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La novela más reciente de Roberto Burgos comienza con el paisaje de Puerto Escondido visto a través de los ojos de una niña: una colina que se hunde en el mar y se confunde con la playa, los buques de altura que cruzan a lo lejos, las embarcaciones que fondean en el puerto y recogen las velas, la única calle del pueblo y las casas que la bordean. María de los Ángeles, una de las protagonistas de la novela, "espera. La vista del mar le domestica la preocupación o la deja vacía de pensamientos, y la sensación de la espera se desvanece". Apenas salida de la infancia, se va de Puerto Escondido para vivir con el médico de la región, un hombre mucho mayor que ella. Ambos tienen un hijo. En la primera escena de la novela, María de los Ángeles tiene trece años, y aguarda la llegada del médico. Pocas páginas más adelante, siendo ya una mujer, recordará los momentos de espera y los primeros encuentros en las cercanías del pueblo, a la orilla de un bosque, cuando caminaba por la maleza con cuidado para que no se le pegaran cadillos a las medias y a la falda que pudieran ponerla en evidencia ante sus padres: "¿Dónde me metí?, pensará con los años, (…) ya sonriente y sin pesares, más bien orgullosa de una vida limpia de arrepentimientos que le dejó el amor y aquiescencia con el mundo, al cual le hace preguntas para seguir hablando sola". Recuerda también el momento en que vio al médico por primera vez, en un baile organizado por su madre, Escolástica Barrios, conocida en toda la región por recopilar canciones, estudiar instrumentos, reunir cantadoras y bandas de porros.

María de los Ángeles cae en cuenta de que, en aquella época, apenas había comenzado a saber que ella era una persona, alguien distinto de los demás. Y se pregunta de nuevo quién es ella, cómo llegó a ser lo que es. Recorre, por así decirlo, los caminos de la memoria en busca de sus pensamientos, sentimientos y decisiones del pasado, así como su madre recorre los caminos de las sabanas en busca de músicos y cantantes. De la misma manera Escolástica, a bordo de una de las lanchas que la lleva a Cartagena, o frente al espejo, ajustándose el peine de carey que le sostiene la cabellera, recuerda el momento en que sus padres se fueron a España, o piensa en su casa de Puerto Escondido, o en el viaje que hizo a San Luis para conocer a su nieto recién nacido. El médico, un hombre silencioso, también recuerda: los silencios de su propio padre, sus estudios en la Facultad de Medicina, los viajes por las sabanas.

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